¿Existieron las brujas en España? ¿Dónde se reunían? ¿Es cierto que poseían demonios familiares? ¿Que preparaban filtros de amor? ¿Eran solo curanderas? ¿Qué ocurrió en Zugarramurdi? ¿Cómo diferenciar una meiga de una bruxa? ¿Y a una bruja de una hechicera? ¿Cuál fue la verdad?
A caballo entre el libro de viajes y el ensayo antropológico, Breve viaje por la España de las brujas es una obra completamente ilustrada que propone un recorrido por las regiones de la península e islas para descubrir cómo eran estas enigmáticas mujeres y cuáles fueron sus prácticas, entendiendo el contexto que dio forma a la realidad y a la leyenda.
El libro se presenta bajo la apariencia de una recopilación de notas realizadas por una fuente anónima a finales del siglo XIX. A medida que viaja, plasma en su cuaderno todo lo que recoge sobre las brujas españolas, acompañado el texto de multitud de dibujos, grabados e ilustraciones en blanco y negro que dan muestra del vasto universo místico, oculto y en ocasiones terrorífico que rodea a estas figuras femeninas.
Y es que las brujas siempre han estado envueltas en un halo de misterio. Aún hoy son objeto de discusión, y a veces resulta difícil distinguir dónde acaba la realidad y comienza la leyenda. Apoyándose en una extensa bibliografía especializada, esta obra trata de dar una visión general de ambos conceptos, y hablar tanto de procesos inquisitoriales, sustancias alucinógenas y remedios medicinales utilizados por las brujas históricas como de los pactos con el diablo, transformaciones animales y demás supersticiones o cuentos populares asociados a sus figuras. Porque la creencia modifica la realidad, y tan valioso es entender el pasado en su contexto como disfrutar de la riqueza de nuestro folklore a través de cuentos y leyendas.
El libró recorrerá algunos de los enclaves asociados a las brujas, como Barahona, Cernégula, los Arenales de Sevilla o el tristemente célebre Zugarramurdi; y aparecerán multitud de personajes en los que el mito y la historia confluyen y se hacen carne. Mujeres con nombres y apellidos, cuyo rastro se encuentra por igual en documentos inquisitoriales y relatos populares transmitidos de generación en generación.
Desde la asturiana Ana María García, de quien se contaba que podía controlar a los lobos, hasta María de Padilla, amante de Pedro I el Cruel que pasó a la historia como espíritu diabólico y patrona de la magia oscura. Sin olvidar, claro está, a toda una legión de sortílegas, alcahuetas, curanderas rurales, o sabias que, según la zona, eran llamadas meigas, bruxas, fetilleras, sorginas, veoras, entendías… las denominaciones son casi tan numerosas como sus historias, en su mayoría relegadas al olvido de los archivos y publicaciones inaccesibles.