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Monstruos procesionales, gigantes y cabezudos

    ¿Sabías que muchas ciudades de España tienen monstruos y grandes figuras populares que se pasean durante sus fiestas por las calles? En realidad son una variación de los tradicionales gigantes y cabezudos que existen desde hace siglos. ¡Algunos de ellos son realmente geniales! Como el Caravinagre de Pamplona, el Gargantúa de Bilbao o el Águila de Reus. Pero mis favoritos son el Tío Tragaldabas y la Tía Melitona de Valladolid de bocas descomunales y ojos saltones. Están basados en el cuento castellano del ogro Zamparrón. Una vieja historia sobre un monstruo que se come todo lo que encuentra a su paso, ¡y son realmente enormes! A pesar de su temible reputación, son muy queridos por los niños, que esperan ansiosos la visita anual para meterse por la boca del gigantón y deslizarse hasta salir por el culo. Es muy divertido, pero también un pelín asquerosillo.

    Junto a gigantes y cabezudos, que consiste en el desfile de ciertas figuras que bailan y animan al personal, o incluso persiguen a los asistentes a la celebración, también desfilaban monstruos procesionales, así la procesión del Corpus de muchas ciudades se llenaba de las criaturas más fantásticas que uno pudiera imaginar. Podías ver dragones exhalando fuego y humo, y agitando sus colas de un lado a otro, algunos tan famosos como la Tarasca, la Gomia, la Coca o la Cucafera. Una locura, ¿verdad?

    Los gigantes, conocidos como las Gigantillas en Santander y Els Gegants o «gigantones» en otras partes de España, eran realmente un espectáculo para la vista. Se alzaban sobre la multitud y desprendían un aire de nobleza que los hacía parecer casi regios. Sus movimientos eran lentos y deliberados, y sus pasos resonaban en las calles como un trueno. Los cabezudos son más pequeños, y en Valencia se llaman cabuts. Su origen se remonta a la Edad Media en el Reino de Navarra, donde había representantes de gigantes como el leñador (Pero-Suciales), la campesina (Mari-Suciales) y el judío (Jucef-Lacurari). Las comparsas de gigantes y cabezudos se utilizaron en muchos casos para asustar, pero también para educar a los descarriados. Se quería recordar a la gente que no se volviera demasiado loca durante las fiestas, y no se excedieran en sus celebraciones. Pero con el tiempo se habían convertido en miembros queridos de la comunidad, eran las estrellas y la encarnación viva del espíritu de las festividades, y cada vez que se anunciaba un festival, salían de sus escondites, llevando y contagiando de alegría, regocijo, asombro y emoción a todos. Durante un breve instante, pareciera que todo estaba bien en el mundo…


    [Parte de este artículo se ha elaborado tomando como fuente domuspucelae.blogspot.com que referencia la obra de Ana Cristina Herreros, el «Libro de monstruos españoles», Las Tres Edades, Ediciones Siruela]

    • Noche de San Juan de Valladolid
    • Procesión Corpus Christi (con gigantes, cabezudos, dragones y serpientes, dracs, tarascas…)